jueves, 22 de diciembre de 2011

ESCUPIR CONTRA EL VIENTO O EL VOCABULARIO PERDIDO DE LOS INSULTOS


Ocho partidos de sanción a Luis  Suárez por insultos racistas

El jugador uruguayo del Liverpool insultó a el jugador del Manchester Patrice Evra

EUROPA PRESS Londres 20/12/2011 21:51 Actualizado: 20/12/2011 21:55




El delantero uruguayo del Liverpool Luis Suárez ha sido sancionado con ocho partidos de suspensión y una multa de 40.000 libras (47.9000 euros) por un insulto racista contra el jugador del Manchester United Patrice Evra, según anunció este martes la asociación inglesa de fútbol (FA).
La FA confirmó en su web que una comisión halló culpable a Suárez por utilizar un insulto racista en referencia al color de piel de Evra en un partido de la Premier League, celebrado el pasado mes de octubre.
Suárez, que afirmó no haber insultado al francés, podrá apelar la decisión.


En esa escuela franquista sin primicias aún de la democracia reciente, un aula -imagínese- con mueblerío machadiano (inclinados pupitres con asiento para tintero, ajada reprentación con los límites sagrados de España, broncínea cruz y sillamen cojitranco), por sus amplísimos ventanales de falleba grisuras otoñales, y un maestro mudo al arregosto de la estufa de hierro.  Como aves de corral en su palo, dos hermosas docenas de pupilos en stand by asentían al ramaje movido de los plátanos.
Todos prestos para recibir por las bravas, sin  pila ni padrino, bateo  -civil e incivilizado a la vez-. El Cabra (por aceleración), El Mona (por  rima de apellido), Huesos ( por hetiquez), Preñao (por lobanillo en oreja), Dumbo (por poca imaginación), Canuto (por paragoge ), Chino (por ángulo de ojo), Chichipán (por cacofagia), Tío Calambre (por convulsión)… De esta manera todos. El oficiante de estos apodos-insultos era un mayorote espigado con tanta guasa como mala sombra. Así que venía una pobre víctima al colegio por primera vez, Juanito XXX torciendo los ojos e imponiendo las manos sacramentaba el acto: “A este lo llamaremos …Cu-er-vo.” Y mil gracietas hacía con gestos y palabras hasta convencer a su cohorte nutrida y a todos en general del acierto. Los sufridos insultados pronto masticaban la bajeza y daban un nombre al afrentador: Ba-na-na (por lo de la canción). Corría El Banana descalzo más que el resto con Chirucas; mantenía a caponazos a los tristes galeotes.
Había, empero, una regla entre colegas: nunca un insulto innecesario entre hermanos, nunca malgastar una bala, nunca la injusticia sobre  débiles; y quien lance uno, otro bien amasado. Como escorpiones, se guardaba el veneno solo para casos de necesidad extrema, y no había otra necesidad.
Los insultos han sido poco estudiados, poco compendiados, nada enseñados aunque muy reproducidos. He aquí la paradoja. Son aprovechables despojos gustosísimos que, además de color, señales fóricas mandan al historiador, al etnólogo, al filólogo, al médico –sí, sí-, al semiólogo, al curioso o al malévolo. Ello es por su origen y finalidad (pueden ser tallados como sílex para aquello que la lengua diestra demande –y ya sabemos que demandas hay imperiosas que deben atenderse allá donde aquella se encuentre: zoología, medicina, botánica, religión, cine, literatura… -).
La importancia de los animales, tan parecidos a los hombres –hoy se sabe que ciertos gusanos primitivos comparten hasta el treinta por ciento del genoma con el homo faber-, la importancia de los animales, digo, es bien conocida. Hay ratas, cerdos, burros, cabras piojos, liendres, sanguijuelas, garrapatas, ballenas…tan iguales al hombre superior que estas palabras son más utilizadas en su torcida intención que con su recto sentido.
También lo es la huerta y el monte (almendrón, melón, alcornoque, zanahorio…), los defectos físicos y enfermedades (loco, hidropésico, cabezón cojo, manco, tuerto, bizco, sordo, desmedrado, depresivo, sidoso, tuberculoso…); defectos morales (receloso, avariento, lujurioso, verde, extravagante, raro, insociable), la raza u origen (gitano, negro, payo, chino, andaluz), la religión (hereje, apóstata, judas, barrabás, beato), la profesión (basurero, chatarrero, feriante, leguleyo), la situación social o económica (pelafustán, pelado, señorito), la delincuencia (violador, ladrón, estafador, maltratador), la política (fascista, comunista, franquista), etc.
La clasificación es compleja y realmente podría realizarse atendiendo a los criterios aplicados a las variedades lingüísticas a las que pertenecen (criterio cronológico, geográfico, social –insultos cultos o coloquiales, de hombres o mujeres, de  jóvenes…- o al diafásico o de uso).  El último es el más potente pues la ocasión hace al insulto: si una comunidad, o un hablante único, lanza a las nubes un palabro con la  inconsciencia y volumen necesarios se convertirá en granizo con suficiente masa como para abollar armaduras.
No se puede despreciar con un canto rodado extraído de arroyuelo y desgastado por empuje constante del abuso; hay improperios que tan delicados se hayan que no tienen carga negativa, hasta se utilizan como halagos (cabrón, bestia, demonio, o hijo de …,). Han pasado a ser meras denostaciones inertes, como alas de mariposa sin escamas. Las injurias verbales son marcadores de la verbodiversidad del espécimen parlante. Un consejo se impone: dosificarlos restrictivamente y renovarlos, o se quedará el ofendido sin medicina para combatir escarnios.
PARA LEER MÁS:
 Stephen Burgen, La lengua de tu madre. El libro de los tacos e improperios de Europa,traducción de P. Elías y C. Boune, Barcelona, Planeta, 1997, 244 págs.
 Pancracio Celdrán, Inventario general de insultos, Madrid, Ediciones del Prado, 1995, 364 págs.
 Gregorio Doval, Florilegio de frases envenenadas. Una antología de la maledicencia, Madrid, Ediciones del Prado, 1996, 368 págs.
 Juan de Dios Luque, Antonio Pamies y Francisco José Manjón, El arte del insulto. Estudio lexicográfico, Barcelona, Ediciones Península, 1997, 204 págs.
 Albert Om, El nom del porc. Els 533 millors insults y disbarats de 20 anys de democràcia, Barcelona, Edicions La Campana, 1997, 256 págs.

NOTA BENE: Quede para una reflexión futura el alcance de los métodos de formación de palabras (derivación, composición, parasíntesis) en el denuesto. Adelántese que si la alacena está vacía, un afijo puede fastidiar más de lo que se pudiera alcanzar por otros medios (particularmente los físicos, que siempre deberán ser evitados). Un –illo, -ucho, -ingo, -ón , -arro… (mediquillo, maestrucho, señoritingo, borricón, tontarro.
Y a la hora difícil de responder con frialdad a ultraje siempre habrá que sacar el dedo para comprobar de qué dirección sopla el viento, que pudiera acontener que el salivazo torne al rostro propio, lo que sucede siempre que se devuelve agravio atendiendo a la raza del otro, a su sexo o a su condición social o física. Se impone la inteligencia; no nos ocurra como al jugador de fútbol de la noticia inicial, que por faltarle vocabulario y hallarse sobrado de villanía  ha escupido en su propia cara. Entiende bien lo que aquí se dice, que más es defensa de palabra certera y vocabulario genuino que de vil insulto.

ACTIVIDADES
1) Pregunta a tus mayores (abuelos preferentemente) por los tipos de palabras que ellos conocen como insultos (no tienen por qué ser “fuertes”). Pueden pertenecer al  castellano o en valenciano. Anótalas en tu cuaderno.
2) Busca en libros o Internet diez insultos que te llamen la atención por su significado o rareza.



3) ¿Son los insultos palabras necesarias en una lengua? ¿Qué información (nivel de cultura, personalidad...) aportan de la persona que utiliza unos u otros? Responde con una extensión de entre cinco y diez líneas).
4) Mira con atención los vídeos; seguramente conocerás el programa y a su protagonista. Anota los insultos que puedas; se trata de que veas que el lenguaje refleja la creatividad de la comunidad que lo sustenta. Por cierto, gran parte del vocabulario que utiliza José Mota responde al habla particular que se hace o hacía del castellano en Castilla-La Mancha dentro del ámbito rural; el humor aflora porque estas palabras nos son raras y nos resultan graciosas por lo extravagantes aunque en su ámbito no lo fueran en absoluto.


5) En el texto de la entrada hay algún error ortográfico, señálalo; tendrás una nota adicional. 



6) Copia a partir de los vídeos anteriores el mayor número de insultos que aparezcan; después averigua si aparecen en el diccionario (búscalos en rae.es); finalmente, apréndete de memoria el mayor número de ellos que puedas para decirlos en clase.




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