Empezaré con la voz de otro, con palabras
tantas veces citadas que debieran ser verdad. Nulla dies sine línea. La
frase latina, a través de Plinio el Viejo, se atribuye al pintor de Alejandro
Magno, Apeles. Casi Literalmente viene a decirnos que “ no hay que dejar pasar
ningún día sin escribir al menos una línea” y se ha aplicado, por tanto,
falsamente a la escritura un consejo de la pintura.
Aunque en el caso de D. JUAN RAMÓN BARAT está muy bien
traída. Barat pinta el enredo de una historia sobre la trasparencia de un
cristal a veces oscuro. Las palabras, levantadas con pericia, flamean como una
cinta tornasolada y fúlgida contra el crepúsculo de un misterio. Sabed que el
autor no solo es importante porque sea justamente famoso, que lo es, ni por los
premios que haya ganado, que los ha obtenido con el favor del público más
implacable y veleidoso que sois vosotros… No, es importante porque escribe y ha
tenido el interés de hacernos llegar después del eco su voz propia.
La escritura vivifica y da conciencia. Distingue a los
más vivos de los abismados y muertos. Estad atentos, especialmente los que
entre vosotros en soledad escribís vuestro pensamiento en una agenda, un deseo
en los apuntes de esa asignatura odiosa, o que simplemente caligrafiáis sobre
el pupitre una palabra de la que os asombra el brillo o la negrura.
No estáis solos, las soledades de los otros escritores os harán compañía, como
la del autor de un libro, DEJA EN PAZ A LOS MUERTOS, que nos ha hecho volar
algunos instantes sobre el sueño de nuestra propia vida.
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