Ocho partidos de sanción a Luis Suárez por insultos racistas
El jugador uruguayo del
Liverpool insultó a el jugador del Manchester Patrice Evra
El delantero uruguayo del Liverpool Luis Suárez
ha sido sancionado con ocho partidos de suspensión y una multa de 40.000 libras (47.9000 euros) por un insulto racista
contra el jugador del Manchester United Patrice Evra, según anunció este martes
la asociación inglesa de fútbol (FA).
La FA confirmó en su web que una comisión halló
culpable a Suárez por utilizar un insulto racista en referencia al color de
piel de Evra en un partido de la Premier League, celebrado el pasado mes de
octubre.
Suárez, que afirmó
no haber insultado al francés, podrá apelar la decisión.
En esa escuela
franquista sin primicias aún de la democracia reciente, un aula -imagínese- con
mueblerío machadiano (inclinados pupitres con asiento para tintero, ajada reprentación
con los límites sagrados de España, broncínea cruz y sillamen cojitranco), por
sus amplísimos ventanales de falleba grisuras otoñales, y un maestro mudo al
arregosto de la estufa de hierro. Como
aves de corral en su palo, dos hermosas docenas de pupilos en stand by asentían
al ramaje movido de los plátanos.
Todos prestos para
recibir por las bravas, sin pila ni
padrino, bateo -civil e incivilizado a
la vez-. El Cabra (por aceleración), El Mona (por rima de apellido), Huesos ( por hetiquez),
Preñao (por lobanillo en oreja), Dumbo (por poca imaginación), Canuto (por
paragoge ), Chino (por ángulo de ojo), Chichipán (por cacofagia), Tío Calambre
(por convulsión)… De esta manera todos. El oficiante de estos apodos-insultos era
un mayorote espigado con tanta guasa como mala sombra. Así que venía una pobre
víctima al colegio por primera vez, Juanito XXX torciendo los ojos e imponiendo
las manos sacramentaba el acto: “A este lo llamaremos …Cu-er-vo.” Y mil
gracietas hacía con gestos y palabras hasta convencer a su cohorte nutrida y a
todos en general del acierto. Los sufridos insultados pronto masticaban la
bajeza y daban un nombre al afrentador: Ba-na-na (por lo de la canción). Corría
El Banana descalzo más que el resto con Chirucas; mantenía a caponazos a los
tristes galeotes.
Había, empero, una
regla entre colegas: nunca un insulto innecesario entre hermanos, nunca
malgastar una bala, nunca la injusticia sobre débiles; y quien lance uno,
otro bien amasado. Como escorpiones, se guardaba el veneno solo para casos de
necesidad extrema, y no había otra necesidad.
Los insultos han
sido poco estudiados, poco compendiados, nada enseñados aunque muy
reproducidos. He aquí la paradoja. Son aprovechables despojos gustosísimos que,
además de color, señales fóricas mandan al historiador, al etnólogo, al filólogo,
al médico –sí, sí-, al semiólogo, al curioso o al malévolo. Ello es por su
origen y finalidad (pueden ser tallados como sílex para aquello que la lengua
diestra demande –y ya sabemos que demandas hay imperiosas que deben atenderse
allá donde aquella se encuentre: zoología, medicina, botánica, religión, cine,
literatura… -).
La importancia de
los animales, tan parecidos a los hombres –hoy se sabe que ciertos gusanos
primitivos comparten hasta el treinta por ciento del genoma con el homo faber-,
la importancia de los animales, digo, es bien conocida. Hay ratas, cerdos,
burros, cabras piojos, liendres, sanguijuelas, garrapatas, ballenas…tan iguales
al hombre superior que estas palabras son más utilizadas en su torcida
intención que con su recto sentido.
También lo es la
huerta y el monte (almendrón, melón, alcornoque, zanahorio…), los defectos
físicos y enfermedades (loco, hidropésico, cabezón cojo, manco, tuerto, bizco,
sordo, desmedrado, depresivo, sidoso, tuberculoso…); defectos morales
(receloso, avariento, lujurioso, verde, extravagante, raro, insociable), la
raza u origen (gitano, negro, payo, chino, andaluz), la religión (hereje,
apóstata, judas, barrabás, beato), la profesión (basurero, chatarrero, feriante,
leguleyo), la situación social o económica (pelafustán, pelado, señorito), la
delincuencia (violador, ladrón, estafador, maltratador), la política (fascista,
comunista, franquista), etc.
La clasificación es
compleja y realmente podría realizarse atendiendo a los criterios aplicados a
las variedades lingüísticas a las que pertenecen (criterio cronológico,
geográfico, social –insultos cultos o coloquiales, de hombres o mujeres,
de jóvenes…- o al diafásico o de uso). El último es el más potente pues la ocasión
hace al insulto: si una comunidad, o un hablante único, lanza a las nubes un
palabro con la inconsciencia y volumen necesarios se convertirá en
granizo con suficiente masa como para abollar armaduras.
No se puede
despreciar con un canto rodado extraído de arroyuelo y desgastado por empuje
constante del abuso; hay improperios que tan delicados se hayan que no tienen
carga negativa, hasta se utilizan como halagos (cabrón, bestia, demonio, o hijo
de …,). Han pasado a ser meras denostaciones inertes, como alas de mariposa sin
escamas. Las injurias verbales son marcadores de la verbodiversidad del espécimen
parlante. Un consejo se impone: dosificarlos restrictivamente y renovarlos, o
se quedará el ofendido sin medicina para combatir escarnios.
PARA
LEER MÁS:
Stephen Burgen, La
lengua de tu madre. El libro de los tacos e improperios de Europa,traducción
de P. Elías y C. Boune, Barcelona, Planeta, 1997, 244 págs.
Pancracio Celdrán, Inventario
general de insultos, Madrid,
Ediciones del Prado, 1995, 364 págs.
Gregorio Doval, Florilegio
de frases envenenadas. Una antología de la maledicencia, Madrid, Ediciones
del Prado, 1996, 368 págs.
Juan de Dios Luque, Antonio Pamies y Francisco José Manjón, El arte del insulto. Estudio
lexicográfico, Barcelona, Ediciones Península, 1997, 204 págs.
Albert Om, El
nom del porc. Els 533 millors insults y disbarats de 20 anys de democràcia,
Barcelona, Edicions La Campana, 1997, 256 págs.
NOTA BENE: Quede para
una reflexión futura el alcance de los métodos de formación de palabras
(derivación, composición, parasíntesis) en el denuesto. Adelántese que si la
alacena está vacía, un afijo puede fastidiar más de lo que se pudiera alcanzar
por otros medios (particularmente los físicos, que siempre deberán ser
evitados). Un –illo, -ucho, -ingo, -ón , -arro… (mediquillo, maestrucho,
señoritingo, borricón, tontarro.
Y a la hora difícil
de responder con frialdad a ultraje siempre habrá que sacar el dedo para
comprobar de qué dirección sopla el viento, que pudiera acontener que el salivazo
torne al rostro propio, lo que sucede siempre que se devuelve agravio
atendiendo a la raza del otro, a su sexo o a su condición social o física. Se
impone la inteligencia; no nos ocurra como al jugador de fútbol de la noticia
inicial, que por faltarle vocabulario y hallarse sobrado de villanía ha escupido en su propia cara. Entiende bien
lo que aquí se dice, que más es defensa de palabra certera y vocabulario
genuino que de vil insulto.
ACTIVIDADES
1) Pregunta a tus mayores
(abuelos preferentemente) por los tipos de palabras que ellos conocen como
insultos (no tienen por qué ser “fuertes”). Pueden pertenecer al castellano o en
valenciano. Anótalas en tu cuaderno.
2) Busca en libros
o Internet diez insultos que te llamen la atención por su significado o rareza.
3) ¿Son los
insultos palabras necesarias en una lengua? ¿Qué información (nivel de cultura, personalidad...) aportan de la
persona que utiliza unos u otros? Responde
con una extensión de entre cinco y diez líneas).
4) Mira con
atención los vídeos; seguramente conocerás el programa y a su
protagonista. Anota los insultos que puedas; se trata de que veas que el
lenguaje refleja la creatividad de la comunidad que lo sustenta. Por cierto,
gran parte del vocabulario que utiliza José Mota responde al habla particular
que se hace o hacía del castellano en Castilla-La Mancha dentro del ámbito
rural; el humor aflora porque estas palabras nos son raras y nos resultan
graciosas por lo extravagantes aunque en su ámbito no lo fueran en absoluto.
5) En el texto de la entrada hay algún error ortográfico, señálalo; tendrás una nota adicional.
5) En el texto de la entrada hay algún error ortográfico, señálalo; tendrás una nota adicional.
6) Copia a partir de los vídeos anteriores el mayor número de insultos que aparezcan; después averigua si aparecen en el diccionario (búscalos en rae.es); finalmente, apréndete de memoria el mayor número de ellos que puedas para decirlos en clase.
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